Tres tecnologías revolucionarias que cambiaron y cambiarán la asistencia sanitaria

Tres tecnologías revolucionarias que cambiaron y cambiarán la asistencia sanitaria

Hibernación humana 

La idea de que los antiguos humanos pudieran hibernar puede parecer descabellada, pero cada vez hay más pruebas de que muchos mamíferos que no hibernan conservan la capacidad de entrar en estados de energía reducida, incluso a través de vías de señalización cerebral inactivas que ralentizan el metabolismo. «La distribución de las especies hibernantes en el árbol de los mamíferos permite concluir que el antepasado común de todos los mamíferos fue un hibernador», afirma Sandy Martin, de la Universidad de Colorado. «Es posible que todos tengamos el hardware genético».

Los raros casos de hipotermia accidental demuestran que la recuperación total es posible incluso después de que el corazón deje de latir. El descenso de la temperatura corporal ralentiza el metabolismo y reduce la necesidad de oxígeno, lo que detiene el daño cerebral durante una hora o más. (En un caso extremo, un escalador sobrevivió tras casi 9 horas de esfuerzos por reanimarlo). 

Esa es la idea en la que se basa un procedimiento innovador que surgió tras décadas de investigación en cerdos y perros, y que ahora se encuentra en fase de ensayo clínico. La idea: A una persona con pérdida masiva de sangre cuyo corazón se ha parado se le inyecta un líquido helado que la enfría desde el interior, hasta unos 50 grados F.

Los médicos ya inducen una hipotermia más modesta para proteger el cerebro y otros órganos tras una parada cardíaca y durante una intervención quirúrgica en el arco aórtico (la arteria principal que transporta la sangre desde el corazón). 

Pero este procedimiento experimental -denominado preservación y reanimación de emergencia (RPE)- va mucho más allá, pues «reduce drásticamente la necesidad de oxígeno y flujo sanguíneo del organismo», afirma el Dr. Samuel Tisherman, cirujano traumatólogo del Centro Médico de la Universidad de Maryland e investigador principal del ensayo. Esto pone al paciente en un estado de animación suspendida que «podría ganar tiempo para que los cirujanos detuvieran la hemorragia y salvaran a más de estos pacientes.»

La técnica se ha realizado en al menos seis pacientes, aunque ninguno sobrevivió. Se espera que el ensayo incluya a 20 personas cuando finalice en diciembre, según el listado de la base de datos de ensayos clínicos de Estados Unidos. Aunque dados los estrictos requisitos para los candidatos (víctimas de traumatismos de urgencia que probablemente no sobrevivan), no se puede confiar exactamente en un calendario establecido. 

Aun así, la tecnología es prometedora. Algún día podremos incluso utilizarla para mantener a pacientes en animación suspendida durante meses o años, predicen los expertos, ayudando a los astronautas durante vuelos espaciales de décadas de duración o retrasando la muerte de pacientes enfermos a la espera de una cura.

Útero artificial

En 1923, el biólogo británico J.B.S. Haldane acuñó un término para ello: ectogénesis. Predijo que en 2074 el 70% de los embarazos se producirían, desde la fecundación hasta el nacimiento, en úteros artificiales. Aunque parezca improbable, el calendario va por buen camino. 

Desarrollar un embrión fuera del útero ya es rutina en la fecundación in vitro. Y la tecnología permite a los bebés prematuros sobrevivir durante gran parte de la segunda mitad de la gestación. El embarazo humano normal dura 40 semanas, y el bebé prematuro más joven que ha sobrevivido tenía 21 semanas y un día, solo unos días menos que algunos otros que sobrevivieron.

El mayor obstáculo para los bebés más pequeños es la viabilidad pulmonar. La ventilación mecánica puede dañar los pulmones y provocar una enfermedad pulmonar crónica (a veces mortal) conocida como displasia broncopulmonar. Para evitarlo, habría que encontrar la forma de mantener la circulación fetal, el intrincado sistema que lleva sangre oxigenada de la placenta al feto a través del cordón umbilical. Los investigadores del Hospital Infantil de Filadelfia (CHOP) lo han conseguido utilizando un cordero fetal.

La clave de su invento es un sustituto de la placenta: un oxigenador conectado al cordón umbilical del cordero. Unos tubos insertados a través de la vena umbilical y las arterias llevan la sangre oxigenada de la «placenta» al feto, y la sangre desoxigenada de vuelta al exterior. El cordero reside en un saco amniótico artificial lleno de líquido hasta que se desarrollan sus pulmones y otros órganos.

Los tratamientos de fertilidad también podrían beneficiarse. «Un útero artificial podría sustituirlo en situaciones en las que esté indicada una portadora gestacional», afirma la doctora Paula Amato, catedrática de obstetricia y ginecología de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregón. (Amato no participa en la investigación del CHOP). Por ejemplo, cuando a la madre le falta el útero o no puede llevar un embarazo de forma segura.

Aún no hay fecha para los ensayos clínicos. Pero según la investigación, la principal diferencia entre el cordero y el ser humano puede reducirse al tamaño. Los vasos umbilicales de un cordero son más grandes, por lo que la alimentación por sonda es más fácil. Con los avances actuales en la miniaturización de los métodos quirúrgicos, parece un reto que los científicos pueden superar.

Terapias con ARN mensajero 

Se trata de la tecnología del ARN mensajero (ARNm), un avance que permitió a los científicos desarrollar rápidamente algunas de las primeras vacunas COVID-19. Pero las vacunas son solo el principio de lo que esta tecnología puede hacer. 

Está surgiendo todo un campo de la inmunoterapia que utiliza el ARNm para dar instrucciones que produzcan células inmunitarias modificadas por receptores de antígenos quiméricos (células inmunitarias modificadas por CAR). Estas células están diseñadas para atacar células y tejidos enfermos, como células cancerosas y fibroblastos dañinos (tejido cicatricial) que favorecen la fibrosis, por ejemplo, en el corazón y los pulmones. 

El campo está repleto de investigaciones con roedores y se han iniciado ensayos clínicos para tratar algunos tumores malignos en fase avanzada. Aún faltan muchos años para su uso clínico real, pero si todo va bien, estos medicamentos podrían ayudar a tratar o incluso curar los principales problemas médicos a los que se enfrenta la humanidad. Estamos hablando de cáncer, cardiopatías, enfermedades neurodegenerativas… transformar una terapia en otra simplemente cambiando la «secuencia de nucleótidos» del ARNm, el plano que contiene las instrucciones que le indican qué hacer y qué enfermedad atacar. 

Fuentes: WebMD y NewScientist

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