En un contexto donde la longevidad, la optimización del rendimiento físico y el bienestar mental se han convertido en prioridades globales, el biohacking ha emergido como una de las tendencias más disruptivas del panorama de la salud en 2025. Desde Silicon Valley hasta clínicas privadas en Europa y América Latina, este movimiento que combina ciencia, tecnología y experimentación personal está generando tanto entusiasmo como controversia.
El término “biohacking” engloba una serie de prácticas diseñadas para modificar y mejorar el cuerpo humano: Estas van desde intervenciones simples como la dieta cetogénica, la terapia de luz roja o el ayuno intermitente, hasta procedimientos más avanzados como la implantación de chips subcutáneos, el uso de nootrópicos y la edición genética a través de CRISPR.
Aunque muchas de estas prácticas tienen base científica, otras se encuentran aún en fase experimental o sin la aprobación de organismos sanitarios.
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Según un informe de Market Insights Research, el mercado global del biohacking fue valorado en 18.5 mil millones de dólares en 2023, y se estima que alcanzará los 33.75 mil millones en 2029, con una tasa de crecimiento anual del 10.5%. La expansión se ve impulsada por el aumento del interés en tecnologías portátiles, suplementación cognitiva y terapias personalizadas.
“La medicina personalizada es el siguiente paso en salud pública, y el biohacking forma parte de esa evolución”, afirma la Dra. Sofía Ramos, investigadora en neurociencia del bienestar en la Universidad de Buenos Aires.
Influencers y Controversias
Figuras públicas como Bryan Johnson, empresario estadounidense que invierte más de 2 millones de dólares al año en su plan de rejuvenecimiento, han alimentado el debate. Johnson asegura haber reducido su edad biológica más de cinco años mediante tratamientos intensivos de biohacking, que incluyen transfusiones de plasma de su hijo, lo que ha generado críticas por implicaciones éticas.
En redes sociales, el hashtag #biohacking acumula más de 1.2 mil millones de visualizaciones en TikTok, según datos de abril de 2025. Sin embargo, muchos expertos advierten que la difusión de prácticas sin respaldo médico puede poner en riesgo la salud de los usuarios.
Riesgos y desafíos
Organizaciones como la FDA y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han expresado preocupación por el crecimiento desregulado del biohacking. El uso de suplementos sin receta, la edición genética casera o las modificaciones corporales pueden derivar en efectos secundarios graves, como desequilibrios hormonales, infecciones o daño neurológico.
“Algunas intervenciones pueden alterar funciones fisiológicas esenciales o inducir dependencia química”, señala el Dr. Miguel Terán, endocrinólogo del Hospital Clínico de Madrid.
El futuro del biohacking depende en gran medida de su integración con la medicina basada en evidencia. Países como Alemania y Canadá ya están desarrollando normativas para controlar el uso de tecnologías biomédicas de consumo.
Mientras tanto, el sector salud observa con cautela pero sin desinterés. Universidades, laboratorios y startups biotecnológicas ya exploran formas seguras de aplicar el biohacking en áreas como la neurorehabilitación, el control de enfermedades crónicas y la mejora del bienestar mental.